LA FLOR DE CEMPASÚCHIL, GUÍA DE LAS ALMAS MEXICANAS
7 de mayo de 2021
Patricia Pérez

En la región de Puebla, México, se sitúa una ciudad llena de color y de vida. Sus calles son una gran explosión de colores hermosos, que alegran la vista de aquellos quienes pasean. Alegría que se expande a sus campos teñidos de amarillo o naranja. Este lugar de cuento es Atlixco, productor principal de la flor de cempasúchil.
La magia de Atlixco
Atlixco, gracias su cultura y gastronomía, sus calles arcoíris y sus campos llenos de cempasúchiles, se convierte en destino irresistible para los viajeros. Es difícil poder decir qué es lo que más gusta, ya que todo en conjunto hace de este lugar un destino mágico.
Además, en Navidad, el municipio se transforma para convertirse en la Villa Iluminada, donde se ilumina todos los rincones, albergando ciento de miles de luces de todos los colores y formas.
Desde Atlixco se puede observar el gran volcán Popocatépetl, que hace aún más increíble el paisaje de este lugar. Pero, sin duda, el punto donde mejor se aprecia el volcán y los campos de flores es el Cerro de San Miguel.

El Cerro de San Miguel con el volcán Popocatépetl
Productor de Cempasúchil
Aun y su gran atracción turística, por lo que realmente es conocido Atlixco es por ser el primer productor mundial de flores de cempasúchil. En la última siembra, el terreno usado para el crecimiento de esta flor alcanzó las 300 hectáreas, y en total se produjeron 18 mil toneladas. Atlixco produce el 40% del total de cempasúchil en la región de Puebla, por ello, es conocido como Atlixco de las Flores.
Las flores naranjas son la principal fuente de ingresos de las familias atlixquenses. Alrededor de 250 productores viven de su comercio, y esta cifra se extiende a un total de 8 mil ciudadanos que de forma indirecta se benefician, también, de la producción. Pero, ¿por qué son tan cotizadas?

Campo de cultivo de la flor de cempasúchil
La leyenda de la ‘flor de los muertos’
Una de las celebraciones más importante y emocionante de México es el Día de los Muertos, cuando las familias se reúnen para recordar a sus difuntos. A diferencia de muchas culturas, es una celebración alegre, con mucha comida y música. Pero, un elemento omnipresente en este día es la flor de cempasúchil.
Hace mucho tiempo, nacieron dos criaturas, una niña llamada Xóchitl y un niño llamado Huitzilin, quienes crecieron juntos, y su amistad finalmente se convirtió en un gran amor juvenil. Tan enamorados estaban, que decidieron subir a lo más alto de una colina, donde descasaba el Dios del Sol, Tonatiuh.
Una vez arriba, con un sol más deslumbrante de lo normal, pidieron al Dios que les diera su bendición y cuidado para seguir amándose durante el resto de sus días. Este, frente tan tierna escena y conocedor del amor verdadero de los jóvenes, bendijo su amor y aprobó su unión.

Ramillete de cempasúchil
Sin embargo, la felicidad no duró muchos años. Con la llegada de la guerra, Huitzilin fue llamado para formar filas y defender a su pueblo. Este acontecimiento fue el que hizo que por primera vez en sus vidas, la pareja se separara.
Desafortunadamente, Xóchitl descubrió al cabo de un tiempo que su querido esposo había fallecido en batalla. Fue tal su dolor y sufrimiento que volvió a llamar a Tonatiuh, pero esta vez para pedirle que la uniera a su difunto amado eternamente. De nuevo, el Dios del Sol, al ver sentimiento tan profundos en la joven, le otorgó su último deseo.
Xóchitl fue convertida en una hermosa flor, que durante mucho tiempo se mantuvo cerrada. Hasta que un día, un colibrí atraído por el aroma dulce de la flor llegó y se reposó en ella. En ese contacto, la flor se abrió dejando al descubierto un hermoso color amarillo repartido en veinte pétalos. Se dice, que Xóchitl reconoció a su apreciado Huitzilin, quien se había convertido en colibrí.
